Glorio se ha ido y hay que encontrarlo, no sabemos nada de él, pero contamos con la magnífica capacidad de mis neuronas para leer entre líneas, interpretar sus huellas y seguir su rastro. Puede que el camino sea largo, pero confiad en mí, le atraparé.


lunes, 22 de noviembre de 2010

Capítulo III

El autobús entró en un tramo de la carretera sin asfaltar.

_ A quién madruga Dios le ayuda...

Con esas palabras Amelia pretendía ser compasiva conmigo. Yo sabía por qué las decía y eso me indignaba aun más.

El bus que nos dejaría en Göreme, Capadocia, tardaría doce horas en cubrir el trayecto, habíamos salido de Estambul a las cinco de la tarde por lo que mis privilegiadas neuronas habían calculado que llegaríamos a nuestro destino muy tarde.

_ ¿A quién madruga Dios le ayuda? _ repetí exasperado, mirando a Amelia sin pestañear, mientras buscaba las palabras adecuadas para responder.

Sabía que había un dicho que contradecía rotundamente esa afirmación, y esta vez me negaba a darle la razón. Algo estaba cambiando dentro de mí, porque ahora me sentía muy humillado cuando me equivocaba delante suyo y me sentía enormemente orgulloso cuando me daban la razón en su presencia. 

No sabría definir en que consistía esa extraña y vergonzosa sensación, pero no era odio, ni rabia, ni rencor...en fin, eso en esos momentos daba totalmente igual, quizás con un par de antibióticos se pasaba.

Lo que de verdad importaba llegados a ese punto era encontrar la frase que me daría la victoria en esa discusión.

_ No por ayudar..._ me aventuré, pero no era así, así que corregí el principio_ si madrugas mucho pues..._ paré y me rasqué la cabeza_ al madrugar por la mañana...una...viene y te come y...

Tampoco, no había manera.

Cerré los ojos e hice mucha fuerza con la sien, apreté las abdominales y me incliné hacia adelante aguantando la respiración, para ver si así conseguía recordar el dicho, fue entonces cuando Amelia empezó a reírse de forma contenida pero hiriente.

_ ¡Basta Amelia!,_ le grité y me levanté bruscamente.

Por suerte quedaba un asiento libre en el autobús, me tambaleé por el pasillo hasta llegar a él.

Mi nuevo compañero de viaje, un viejo de pelo cano, parecía profundamente dormido.

_ He de conseguir que Amelia me tenga más en cuenta _ me dije a mi mismo, en voz baja.

El tipo de al lado hizo algo parecido a un puchero, abrió la boca como para decir algo, babeó un poco y siguió durmiendo.

" Quizás si vuelvo a su lado y me disculpo" seguí razonando. " A lo mejor...si reconozco que no me sabía del todo el dicho y que he sido un poco orgulloso..." Respiré hondo y miré por la ventana, la cara del viejo se reflejaba en el cristal. 

" Amelia se merece un poco más de consideración...debería escucharla más...a veces sus bla blás son... interesantes"

Un bache hizo que todos los pasajeros del autobús despegáramos nuestras nalgas de los asientos durante unos momentos, alguien soltó un gritito y yo me olvidé por completo de mis últimas reflexiones.

" La rabia... ese es el camino" concluí "que Amelia se muera de rabia... la ignoraré y me echará mucho de menos, así cuando yo me acerque a ella me lo agradecerá de por vida y nunca más me llevará la contraria ja ja ja... una estratagema perfecta, sin fisuras".

El hombrecillo de al lado se estaba despertando, me miró desconcertado y se rascó la cabeza. 

"Oh, y si encima hago nuevos amigos Amelia se morirá de envidia". 

_ ¡Hola!_ me apresuré en decir con la más encantadora de mis sonrisas. 

_ Hi...yah...hola

Al principio pensé que su extraña forma de hablar se debía a algún tipo de problema de dicción, pero no, Frank, mi nuevo mejor amigo, era holandés.

_ ¿Ser primerra vez en la Capadokia?

_ Sí, primera, ¿y usted ?

Frank tenía al menos ochenta años, aunque nunca se lo pregunté. Era fotógrafo, y había estado en cientos de lugares que, por supuesto, alguien civilizado como yo no sabe dónde están.

_ ¡Nein! cuarrta vez en Capadokia, la primerra hace ya treinta años.

_ Sí, yo también soy un gran viajero, llevo meses recorriendo el mundo.

En realidad llevaba poco más de una semana fuera de casa, pero pensé que no pasaba nada si exajeraba un poco.

_ ¿Y dóndah has estado?

_ Bueno...je je...en muchos sitios Frank, pero el que más me ha gustado ha sido Estambul, es un lugar poco conocido, nunca ha pasado nada realmente importante por ahí, pero vale mucho la pena...

_¡O, yah!...Istanbul...

Cuando el autobús se detuvo y encendieron las luces de cabina, el reloj digital del pasillo indicaba que eran las cuatro y cincuenta y tres de la mañana. En algún momento me había quedado dormido y en ese punto costaba muchísimo despertarse. Miré a Frank con evidente cara de mal genio, me abrigué y sin decir nada me bajé.

Recogí mi maleta y seguí a Amelia a una distancia prudencial, así dejaba claro que no quería saber nada de ella.

Frank también se hospedó en nuestro Guest House, me lo encontré en la cafetería.

_ Yah..._ se dirigió a mí _He alquilado automovilen, voy a sacar fotografien a las cuevas, si tú querer venir...

Yo estaba muerto de sueño, pero Amelia estaba en la habitación durmiendo, así que acepté la invitación, mi plan seguía adelante.

El coche que Frank había alquilado avanzaba con dificultades por el camino de tierra.

Mientras conducía, el experimentado holandés me contó que antes, hacía tan solo unos años, ni siquiera existía esa rudimentaria carretera, que la Capadocia se había vuelto muy popular y que, sin duda, eso la quitaba algo de encanto.

De pronto paró en medio de ninguna parte y me miró divertido.

_Yah... hemos llegado.

Nos bajamos y nos quedamos mirándonos el uno al otro.

_ Wellcomen al Pennis Valley _ me dijo contento, extendiendo los brazos hacia arriba y mirándome, como esperando una respuesta.

Yo no dije nada. 

_ ¡Al Pennis Valley! _ repitió.

Yo seguía sin comprender.

_ Pennis en inglés es Pene y Valley es valle _ me explicó, levantó un brazo y me señaló algo en las alturas.

Yo seguí su mano con la mirada y lo entendí todo.

En efecto, "el valle de los penes". Estábamos rodeados de enormes penes de piedra. Así era esa parte de la Capadocia, un extenso desierto de tierra rojiza en el que se levantaban orgullosos, apuntando al cielo, enormes miembros masculinos.

Frank me explicó que en esas enormes columnas de piedra habían vivido pueblos enteros hacía siglos y me enseñó lo que parecían ventanas y puertas trabajadas en la roca.
Mientras él sacaba fotos, yo seguía mirando fascinado al rededor, aquello era infinito, era como una inmensa ciudad de rascacielos de piedra que se extendía hasta más allá del horizonte.

Seguimos andando por las "calles" de esa antigua civilización y pasaron las horas. Frank seguía hablando y contándome muchas, muchísimas cosas interesantes. Tantas que pronto se convirtieron en bla blás, muy parecidos a los de Amelia pero con acento holandés.

El cansancio acumulado no tardó en llegar. Yo confiaba en que, debido a su edad, el viejo se fatigara pronto y decidiera volver, pero no fue así. Caminamos y caminamos, oscureció y seguimos caminando, yo no dije nada, mi orgullo me impedía reconocer que me había cansado antes que un octogenario.

Tenía frío y hambre, y sueño, y además ese viejo ya me había cansado, era aburrido y hablaba raro, lo único que me consolaba era pensar que todo tenía un fin, Amelia. Me separé unos metros de él y empecé a lloriquear para mis adentros, maldiciendo mi suerte y mi situación.

Hasta que llegó el momento.

_ La luz ya no ser gutten para las fotografien.

_ ¿Seguro Frank? ¿ya quieres volver?

_ Yah, yah...tú eres joven pero....

Dejé de escucharle.

En el trayecto de vuelta casi no hablamos, yo estaba agotado, como si hubiera estado trabajando todo el día, pero estaba contento, como si se acercara el día de recibir el primer sueldo.

Por fin volvería junto a Amelia, que sin duda me habría echado mucho de menos y que sin duda se tiraría a mis brazos, pidiéndome que nunca más la dejara sola.

Una sonrisa se dibujó en mis labios, era el momento de recoger los frutos de mi ingeniosa pero difícil tarea. Frank aparcó en frente de la Guest House,

Tuve que controlar mi estado de excitación y fuí a la habitación pausadamente, midiendo cada movimiento y conteniendo mi felicidad, Estaba a punto de entrar en el dormitorio cuando vi a Amelia, sola, de espaldas a mi posición, sentada en la cafetería.

Di algunos pasos en su dirección, apenas podía controlar mis piernas por la emocion, cada vez estaba más cerca, solo quedan unos metros, unos palmos...

Un golpe en la boca del estómago me detuvo en seco.

Un chico con rastas se acercó a ella, le sonrió y se sentó en frente suyo, charlaban alegremente " ¡pero qué ... !", me acerqué rápidamente hacia la mesa, con pasos apresurados.

_ ¡Amelia!

Ella me miró, dio un sorbo a su chocolate caliente y me contestó de forma inusualmente encantadora:

_ Te presento a Robert, es alemán..._ miré al joven rubio que estaba sentado en frente, de ojos brillantes, sonriente,  con una abundante mata de cabello "ordenada en churros de pelo", de aspecto seductor

_ Estamos de suerte_ continuó ella_ sabe dónde está Glorio.

Iba a contestar a eso, pero Amelia siguió hablando.

_ Está en Georgia...

"Me da igual dónde esté eso mientras esté lejos de este...este...este hijo de la gran Prusia!"

_ Dice que nos acompaña a buscarle.

En toda la conversación el Alemán ni siquiera me miró.


Y así es como el azar quiso mover la aguja de nuestra brújula en dirección a Glorio. Que nadie se apure, he solucionado rompecabezas más complicados y retorcidos que éste, en una ocasión terminé un puzzle de veinticinco piezas, era del Rey León, tuve que quitárselo a mi sobrino pequeño. Pero eso es solo una minucia en comparación a la cordillera de éxitos que puedo mostraros, no hay ninguna duda, en breve os traeré de vuelta al esperado, al deseado, al desaparecido...a Glorio.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Capítulo II

Amelia me miraba mientras yo me comía todo lo que habían ido poniendo encima de la mesa.

_Esto es inhumano Amelia_ dije con la boca llena_ puedo soportar dormir en un dormitory con dos alemanas obesas que roncan..._paré para beber un poco de té_ supongo que con el tiempo podría llegar a ignorar por completo los cantos estridentes de las mezquitas_ me detuve unos segundos y suspiré afligido.

Continué:

_Podría acostumbrarme, incluso, a esta austera y pobre gastronomía_ señalé lo que quedaba sobre el mantel: varios tipos de dulces turcos, crepes saladas y dulces, french toast con miel o mermelada, algo parecido a unos churros, chocolate con pistacho, tres variedades de kebab, té y café, nada más_ Levanté la mirada y comprobé si Amelia seguía atenta...

_Lo que no voy a tolerar es que nadie me obligue a hablar otro idioma, con los dos que sé me basta, serás mi traductora de ahora en adelante.

Amelia hablaba inglés y ruso, además de sus dos lenguas maternas.

En el tranvía que debía acercarnos a las embajadas de India y Mininistán, o algo así, Amelia no paró de hablar sobre la extensa historia de Estambul, a veces señalaba por la ventana y decía cosas como "mira! la Hagia Sofía, fue ...bla bla bla... catedral de Constantinopla entre los siglos IV y XVI". Yo la miraba con aparente interés, era un viejo truco, pero en realidad sus palabras se iban difuminando, poco a poco, hasta fundirse por completo con todo lo que nos redeaba para acabar en un ronroneo inaudible e insignificante.

Mientras ella hablaba sin que yo le prestara ninguna atención me dediqué a observar lo que me rodeaba. La verdad es que Estambul era una ciudad mucho más moderna de lo que me había imaginado, hay coches, carreteras, agua mineral y de todo. De pronto decidí que debía investigar, quizás había alguna pista que nos acercara a Glorio, empecé a hacer mis deducciones a partir de complejos cálculos.

En cada estación se subían entre once y catorce personas, de las cuales solo un tercio, aproximadamente, eran mujeres, el resto eran hombres. Por otro lado siempre se bajaban entre nueve y doce personas del mismo tipo de las que subían. Teniendo en cuenta que, más o menos, una cuarta parte de la mujeres del total del pasaje llevaban velo y que el resto se dividía, a su vez, entre turistas de países occidentales y turcas más liberales, y que en cuanto a los hombres, algunos tenían los ojos claros y otros los tenían oscuros, en una proporción de veinte - ochenta, podemos concluir que:

"ésto = no te va a ayudar a encontrar a Glorio."

_ummm..interesante_ dije en voz alta, refiriéndome a mis deducciones internas.

A lo que Amelia respondió, pensando que respondía a alguno de sus bla blás:

_ Sí, todos en Turquía respetan a Ataturk por eso.

_ Ataturk eh?, nunca he jugado, ¡Amelia! nuestra parada...

Ni en la embajada de India ni en la otra supieron decirnos gran cosa acerca del paradero de Glorio por lo que Amelia propuso ir a algún punto de interés turístico de Estambul.

_Quizás encontremos alguna pista que nos conduzca hasta Glorio _ me comentó_ estamos cerca de decenas de monumentos y lugares que quizás hayan llamado la atención de nuestro amigo_ una chispita hizo que sus ojos brillaran_ a solo tres paradas está el Gran Bazar y un poco mas allá_ levantó el brazo visiblemente entusiasmada y señaló al horizonte_ hay varias mezquitas, cruzando el puente está la plaza de Taxim y si cogemos el ferry podemos visitar el lado asiático de la ciudad y....

_ Emmm..._la interrumpí, sabía que ese tipo de cosas eran como una droga para Amelia_ ..de momento vamos al Bazar, está aquí al lado...no?

Y sí, estaba cerca, volvimos a subirnos al tranvía y en apenas un cuarto de hora estábamos plantados frente a las arcadas que separan las entrañas del edificio del resto de Estambul. El Gran Bazar debe ser un edificio importantísimo porque alrededor había una multitud considerable.

A base de empujones y codazos pudimos entrar. No dimos ni dos pasos cuando Amelia empezó a avanzar inexplicablemente deprisa.

_¡Amelia! ¡Amelia!, ¿qué haces? ¡ven aquí!

La intenté coger del brazo pero era inútil, no había nada que hacer, ella seguía hacia adelante de forma implacable, levanté la vista y comprendí, todo encajaba: había una chocolatería turca a unos metros de nosotros.

Había demasiada gente, la muchedumbre no dejaba que yo pudiera atraparla

_ Maldita sea, ¡¡¡Ameliaaaa!!!

Algo debió pasar porque el pequeño cuerpo de mi compañera desapareció entre la masa de gente.

Taquicardia.

Pánico.

"Tranquilo, solo has de encontrar a Amelia y volver al hostal...que no sabes dónde está pero podrás encontrarla" eché un vistazo a mi alrededor... "no! no! está todo perdido, aquí dentro debe estar medio Estambul", empecé a caminar nervioso, "aaahh!... ese hombre parece sonriente, seguro que querrá ayudarme". Me presenté:

_ Hola, yo ser..._ y antes que pudiera acabar la frase me contestó

_ Oh, ¿italiano? ¿español? especias amigo, tés del mundo, inciensos amigo...

_ Jeje...no, no, verá..._ volvió a cortarme, me cogió del brazo y me metió en un local en el que apenas cabíamos los dos, empezó a destapar potes con polvos de colores y a ponérmelos en la nariz.

_ Cardamomo, curry indio, incienso iraní, only seis turkish lira amigo, only, ¿de dónde de España amigo?

Estornudé. El hombre no me daba tiempo para responder a ninguna de sus preguntas, hice un movimiento brusco y conseguí librar mi brazo de su manaza, salí del pequeño puestecillo mientras el vendedor me gritaba algo que yo no entendía, terror, empecé a correr todo lo deprisa que pude, me detuve para descansar y coger aire, se me acercó otro hombre sonriente.

_ Hi, ¿can i help you?, clocks, ¡ah español!, relojes, tengo Rolex, Viceroy...

Volví a huir, esta vez más deprisa y más angustiado "¡¡Ameliaaaa!!". Tan desesperada y desordenada fue mi huida que de pronto tropecé con algo, durante el incidente no fui capaz de descifrar nada de lo que me rodeaba. Me incorporé y me di cuenta de que estaba en una habitación tranquila, no solo había alfombras en el suelo, sino que también había alfombras en las paredes y en el techo, otro turco sonriente me miraba, yo no dije nada, y él empezó a hablarme en su lengua, asentí en silencio y me dio un té, empezó a desenrollar alfombras delante mío y  decidí que había encontrado un buen lugar, ahí estaba a salvo del terrorífico bazar.

Y pasaron las horas, el hombrecillo de las alfombras seguía desenrollando y enrollando telas, y yo seguía mirándole, asintiendo en silencio y bebiendo té.

Una mujer entró en la habitación y, de forma automática, la saludé en español, ella respondió:

_ Hola mi hijo, ¿qué hace usted aquí?

_ Pues no tengo ni idea, pero este hombre me da té y aquí se...un momento...¿hablas español?

_ Sí, soy ecuatoriana, ese hombre es amigo mío y quiere venderte alguna alfombra. ¿Cual quieres?

_ Ninguna...

_ Comprendo_ habló con el turco en un idioma que no entendí y el hombre me miró con rabia, me dijo algo que tampoco entendí y me dio la espalda.

_ No te preocupes_ me dijo la ecuatoriana_ ¿dónde duermes? yo trabajo en un hostal en Sutanhammed.

"Estoy salvado" pensé "podré volver al hostal sano y salvo... Amelia, te echaré de menos, fuiste una gran compañera"

La mujer se despidió del turco y salimos juntos del local, el bazar se había vaciado, ya era tarde y habían encendido el alumbrado eléctrico, por las arcadas que nos separaban del exterior ya no entraba luz natural. De pronto nos tropezamos con Amelia, llevaba en las manos al menos seis bolsas llenas de dulces.

_ ¡¡Amelia!!_ dije sonriendo_ Llevo toda la tarde preocupado por ti, te estaba buscando, ¿dónde estabas? ¿estás bien? ...que alegría Amelia, ya me veía toda la noche buscándote je je,.. mira te presento a una amiga _ dije señalando a la ecuatoriana _ ella es..._ no lo sabía pero se presentó ella sola.

_ Marlene, hola mi hija, ¿cómo está?

Marlene llevaba unos meses viviendo en Estambul, en el tranvía nos conto su historia. Después de vivir más de diez años en Portugal ahora no la dejaban entrar, parecía que su solución solo necesitase tiempo, ya que no era más que un proceso administrativo, pero por el momento la situación le había obligado a vivir en Turquía durante unos cinco meses, por suerte había encontrado trabajo en un hostal de Sutanhammed.

Amelia le contó el motivo de nuestro viaje.

_¡Glorio!_ exclamó Marlene_ ¿el muñeco de palo?, le conozco, nos hicimos muy amigos, pero ya no está en Estambul.

_¿¿Dónde??_ saltamos Amelia y yo, casi a la vez.

_ Hay mi hijo, en el hostal donde trabajo lo saben, ¿cómo era?, déjenme mirar... porque por aquí tenía un folleto que...a sí!

_¿¿Dónde??_ repetimos al unísono.

_ No se lo voy a decir aun, porque quiero que vengan a cenar conmigo.

Y así se hizo, Marlene nos preparó una de las pastas más deliciosas que nunca habíamos comido y nos alegró la noche con su conversación divertida y su actitud positiva, su sueño era montar un restaurant en su país y estar con su familia para siempre.

Yo no tenía ni idea de donde podía estar su país, ni porque habla español, pero en todo momento supe mantenerme a la altura y dije cosas como estas:

_Sí, Ecuador, oh!, precioso Marlene...y muy buena gente. En España tenemos de todo, un día, cuando tengas un momento, podrías cogerte un autobús desde tu pueblo y venir a vernos...

Tan agradable fue todo que cuando estábamos listos para irnos Marlene nos detuvo y nos dijo:

_ Glorio se fue a la Capadoccia

Tardamos algún instante en reacccionar, pero finalmente comprendimos.
"Capadoccia, ¿eh?"  murmuré para mis adentros, "suena a Catacumba, eso ha de ser peor que África".


Y así fue como el destino postró nuestras andaduras sobre el rastro de nuestro amigo. Gracias a mi dedicación, a mi empeño y a mi perseverancia estamos más cerca que nunca de su paradero. Que nadie se alarme, en breve os traeré de vuelta a Glorio.